Comentario al evangelio de la 51 º Peregrinación juvenil a pie a Luján.

51 º Peregrinación juvenil a pie a Luján.

4 y 5 de octubre 2025

”Madre, danos amor
para caminar con esperanza”

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (19, 25-27)

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»

Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya. 

Palabra del Señor.

 

Queridas hermanas y queridos hermanos:

En la hora culmen de la historia, en donde la vida de los hombres es redimida y nacemos a la eternidad, Jesús entrega su Madre al discípulo amado. María se convierte así en la Madre de todos aquellos a quienes él representa, el conjunto de los creyentes. Nosotros somos los discípulos amados del Señor que recibimos a María como nuestra propia Madre.

A partir de ese momento hay una mujer que, llena de Gracia, se convierte en presencia maternal del amor de Dios en nuestras vidas; siendo fortaleza, consuelo, intercesión, maestra.

 ¡Qué necesidad profunda tenemos, como humanidad y como pueblo argentino, de crecer en la alegría de la esperanza! María es mujer de esperanza porque confió en la promesa del Señor. Así la saludó su prima Isabel: Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor. Asumió el dolor y las vicisitudes de una vida difícil desde una honda confianza en el amor de Dios. Esa fe la sostuvo firme junto a la cruz.

María es mujer de esperanza porque el sentido de su vida fue amar a Dios y a la humanidad, a los hombres y mujeres por quienes su hijo dio la vida. Mujer atenta a las necesidades de sus hermanos, supo interceder ante su hijo con plena confianza en su poder y en su amor.

Nuestra confianza en una persona es fruto del conocimiento que tenemos de ella. Nuestra confianza en el Señor aumenta en la medida que crece nuestro vínculo con Él. La fe nace y madura en el encuentro con Jesús y, a través de Él, con el amor del Padre. La fe implica, como lo ha dicho repetidas veces el papa Benedicto XVI, un encuentro personal con Jesucristo. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva (DCE1).

Es ese encuentro con Jesucristo el que nos abre a la fe. Y la fe nos abre a la dimensión del amor. El que ama, vive en la esperanza porque en el amor encuentra a Dios. Dios es amor. El don de la fe y del amor nos hace peregrinos a la casa del Padre, a la plenitud de la alegría y la paz.

Que, en este caminar, María nos haga hombres y mujeres contemplativos de la presencia de Dios en la historia, en las personas que pone en nuestro camino, en los acontecimientos del diario vivir, en la eucaristía, en su Palabra, en el encuentro con Él en el silencio de la oración.

Que nuestra Madre, nuestra Señora de Luján, nos dé la gracia de madurar cada día en la fe y crecer en el amor.

Somos un pueblo peregrino a la casa del Padre que necesita vivir la dulce alegría de la esperanza. Con esta intención nos unimos a la peregrinación, pidiéndole a nuestra Virgencita de Luján: Madre, danos amor para caminar con esperanza.

Un bendecido domingo para todos,

P. Rodolfo Pedro Capalozza, SAC
Centro de Espiritualidad Palotina

  

SALMO                                         Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53. 54-55 (R.: cf. 49)

R. El Señor hizo en mí maravillas:
¡gloria al Señor!


«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen. R.

Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías. R.

Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham
y de su descendencia para siempre.» R.