Comentario al Evangelio del XXVI domingo durante el año

Ciclo C

21 de septiembre de 2025

Has recibido bienes y Lázaro recibió males;
ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento

    

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.

En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».

«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».

El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».

Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».

«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».

Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».

Palabra del Señor.

El domingo pasado, Jesús nos advirtió que “no se puede servir a Dios y al dinero”. Significando en el dinero todos los bienes materiales, entre los que escuchaban a Jesús se encontraban los fariseos, que, el mismo evangelista Lucas dice que eran amigos del dinero y se burlaban de él. A continuación, luego de abordar el tema de la Ley y el divorcio, el Maestro de Galilea narra la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro.

Del hombre rico no sabemos el nombre, ni si era bueno o malo, sólo describe como se vestía y de los banquetes que hacía diariamente, tampoco sabemos si eran muchos los que compartían la mesa con este hombre. Del pobre, sabemos su nombre, Lázaro, que deseaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico y que los perros iban a lamer sus llagas.

A partir de la muerte de ambos, se invierte la condición de vida de los dos personajes, con la expresión fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, está describiendo el cambio de vida de Lázaro, de pobre hambriento pasó a la presencia del padre del pueblo hebreo, mientras del rico se dice simplemente que fue sepultado.

La parábola podría terminar ahí, pero el detalle posterior a la muerte de ambos y el diálogo que se da entre el rico y Abraham son una advertencia para los que escuchan a Jesús. El que se consolaba con sus riquezas en vida, pasa a sufrir tormentos por toda la eternidad, el que sufrió en este mundo pasa a ser consolado por toda la eternidad.

Así como antes el Señor nos advirtió del peligro que corre quien pone toda su confianza en los bienes materiales. Ahora con la parábola nos da el ejemplo, la riqueza cegó al rico de tal manera que nunca vio a Lázaro tirado ante su puerta pasando hambre. Ahora que él la pasa mal, sus ojos se abrieron y ve al pobre, incluso sabe su nombre, y pide piedad. La respuesta que le da Abraham deja entrever que ya es tarde, que, si en este mundo estaban próximos -y acá bien viene recordar la parábola del buen samaritano, del mismo evangelista, que nos enseña que prójimo es aquel que se conmueve ante la necesidad del otro, entonces el rico pudo ser prójimo de Lázaro-, ahora los separa un abismo, y vuelve a nuestra memoria lo dicho en la parábola del domingo pasado, “gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas”.

Ante el pedido del rico, de enviar a Lázaro para prevenir a sus hermanos, la respuesta fue escuchar a Moisés (la ley) y los Profetas, es decir en la Palabra de Dios están contenidas todas las enseñanzas para vivir bien la vida presente y disfrutar la vida eterna.

Por último, el que volvió de entre los muertos es el mismo Jesús, pero constatamos que quien no quiere escuchar, quien no quiere dejarse interpelar, venga quien venga no se convencerá.

Una vez más es bueno recordar que la parábola no intenta explicarlo todo. Cada una de ellas apunta a un aspecto concreto de la dinámica del Reino, en este caso nos enseña que los bienes materiales, necesarios para vivir, deben ser apreciados en su justa medida, que no duran para siempre. No nos acompañan a la eternidad, sí nos acompañan las consecuencias de lo que hemos hecho con ellos, en términos de la parábola del domingo pasado, de cómo los hemos administrado.

Cabría reconocer los bienes que Dios nos ha dado, materiales y espirituales, y revisar qué hacemos con ellos, dónde ponemos nuestro corazón, con quien compartimos los bienes que Dios nos ha dado.

Bendecido domingo para todos,

P. Rubén José Fuhr, SAC
Centro de Espiritualidad Palotina

SALMO RESPONSORIAL                     Sal 145, 7-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos.
El Señor protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones. R.